jueves, 3 de marzo de 2011

Diseñando un botiquín de viaje hacia la suciedad del conocimiento


El taller Diseñando un botiquín de viaje hacia la suciedad del conocimiento, invita a reflexionar de manera lúdica, práctica y participativa en torno a una nebulosa de conceptos y tendencias como son: Sociedad del Conocimiento, Creatividad Social, Cultura del Diseño, Patrimonio, Desarrollo Local, Innovación Social, Sostenibilidad, Decrecimiento.
El taller en sí mismo es un proceso experimental predispuesto al juego, entendido éste como una estrategia de prototipaje para la innovación social. Desde un punto de vista evolutivo, la generación de errores y mutaciones inesperadas entre dichos ámbitos nos permite contar con el más amplio stock de variaciones culturales posibles que nos permitan afrontar con garantías retos emergentes, así como una mayor resiliencia y capacidad de adaptación ante la incertidumbre de posibles cambios bruscos en las condiciones actuales de vida. En definitiva, en la generación de nuevos paradigmas de bienestar.

¿Por qué la suciedad del conocimiento?


Más allá del evidente juego de palabras, las tres definiciones de “suciedad” que aporta la RAE (1. Polvo, manchas, grasa o cualquier otra cosa que ensucia. 2. Inmundicia, porquería. 3. Dicho o hecho sucio) son poco operativas, y creemos que pueden ser completadas con nuevas acepciones menos peyorativas, cuya primera reacción, en lugar de limpiarlas, sea explorar para entender y aprovechar. De esta manera, proponemos un viaje sin prejuicios cartesianos y racionalistas hacia:
  • Una suciedad transdisciplinar. Nos encontramos un momento en que las respuestas más innovadoras a los retos complejos que nos planteamos surgen cuando diferentes ámbitos del conocimiento se hibridan y dialogan, pierden su pureza disciplinaria y se ensucian mutuamente. Aunque cada época tiene sus totems que imantan el rumbo (innovación, desarrollo, sostenibilidad…) no hay campos del saber ni del saber-hacer que de manera estanca puedan tirar del carro cual demiurgos solitarios. Además, en compañía es más divertido.
  • Una suciedad documental. Seguimos confundiendo información con conocimiento y ruido con información. El acceso a la libre publicación de contenidos en internet, evidencia todavía más el origen bastardo, mil leches y sin pedigrí, de las fuentes documentales sobre las que cada vez más elaboramos la reflexión y la acción. Huelen a refrito, son sucias. Pero a la vez útiles e instantáneas.
  • Una suciedad ambiental. Hace ya décadas que conocemos los límites biofísicos del planeta en general y de las Islas en particular, como para repensar nuestra noción vigente de bienestar. Pero sin llegar a estados de eutrofización o colapso, más que un problema es un nutritivo y productivo caldo de cultivo, un valioso recurso que permite generar múltiples flujos metabólicos para aprovechamientos diversos. Esta suciedad bien gestionada no es sinónimo de residuo, ni antónimo de limpieza.
¿Por qué un botiquín de viaje?
Creemos, metafóricamente, que un botiquín de viaje en el tránsito hacia una suciedad del conocimiento puede ser de muchas maneras, con múltiples principios activos y personalizable según los más variados gustos y preferencias. Sugerimos algunas características que nos han resultado útiles, aprendidas en trayectos previos, aunque ¿quién dice que no haya que desaprender de nuevo, de vaciarlo para poder llenarlo?:
  • Preventivo y paliativo: Preparar un botiquín de antemano indica prevención, pero también, que podemos llegar necesitar cuidados paliativos para movernos a lo largo de nuestro transitar.
  • Para caminar ligeros: En un botiquín de viaje ha de haber espacio suficiente para el “por si acaso”. Pero ha de ser lo suficientemente pequeño para que nos permita movernos con soltura, y evitar que suponga una carga paralizante.
  • Localizado, pero sin hipocondriasis: Nos ha de permitir disfrutar de la travesía olvidándonos de él, pero sabiendo dónde está, teniéndolo localizado para usarlo inmediatamente.
  • Rellenable, fresco y envasado: Ha de caber lo encapsulado, partiendo de lo que tenemos, sabiendo que en los lugares por los que transitamos, existen otras hierbas endémicas cuyas potencialidades hemos de poder conocer, explorar, espigar y aplicar. Puede ser rellenable con recursos que encontremos en el proceso.
¿Por qué el Diseño?
En línea con las perspectivas transdisciplinares emergentes en la gestión de flujos complejos de recursos, la teoría y praxis del Diseño viene décadas evolucionando y ampliándose desde roles tradicionalmente basados en la configuración formal de productos industrializables (vértice) hacia otras como la catálisis de procesos de innovación (vórtice).
En este contexto, podemos considerar el Diseño para el Desarrollo Local como una actividad estratégica referida a diferentes niveles disciplinarios -servicios, comunicaciones, productos- para promover procesos de innovación sistémica -ambiental, económica, tecnológica, social- a partir de los recursos territoriales existentes, tanto tangibles como intangibles (Villari 2006).
Este ámbito de actuación, plantea entre otros retos la recuperación etimológica del término “thing” (cosa). Varios siglos antes de su actual acepción como “entidades materiales” (desde el año 1300 d.c), “The Things” eran las asambleas de gobierno de las antiguas sociedades germánicas que reunían a las personas libres de la comunidad para tratar de resolver sus problemas y conseguir un mayor bienestar. El Diseño a escala territorial entendido pues como una actividad participativa y asamblearia, de ensamblaje socio-material.
Pasando de la teoría a la práctica, presentaremos varios antecedentes de referencia en este ámbito, así como diferentes casos de estudio interrelacionados en Diseño para el Desarrollo Local que venimos trabajando desde dentro y fuera de Canarias.

Bienvenidas las contradicciones y contraindicaciones a los cataplasmas de uso tópico
La tan cacareada sociedad de la información, la moda de losclusters, la economía del conocimiento, y las sociedades creativas, ¿No serán una forma de enmascarar nuestras carencias al no haber sido capaces de mantener la infraestructura de aquellos sectores, también culturales, básicos para la supervivencia (en Canarias, la agricultura ya aporta menos al PIB que la Cultura, ¿nos gusta? De hecho, ¿nos gusta el PIB?. O por el contrario, ¿creemos que sobrevivir sólo no basta, y para llegar a tener una experiencia vital plena, que merezca la pena ser vivida, la cultura también es un alimento indispensable?
¿No estaremos instalados en un placebo, en una miopía narcisista que nos impide ver que aquello que tan altivamente llamamos cultura-innovación-creatividad no son sino manifestaciones derivadas del miedo a perder nuestro dominio occidental del mundo? Porque, ¿Cómo interpretamos la polaridad existente entre la casta creativa (i.e.: Designed in California) y la productiva (i.e: Made in China)? ¿Cuánto nos va a durar la pose?

¿La cultura como cuidado preventivo o paliativo?

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